La "movilidad inteligente" aspira a utilizar la tecnología para mejorar nuestros sistemas de movilidad personal y social. Esta aspiración no es nada nuevo: siempre ha estado en el centro de los avances logrados en el transporte, incluso antes de la invención de la máquina de vapor hace 250 años. Pero las esperanzas asociadas al cambio tecnológico han cambiado con los años. Antes esperábamos que la tecnología hiciera el transporte más barato, más rápido o más seguro: La "movilidad inteligente" tiene que ser también más sostenible. El impacto medioambiental del transporte es una de las principales preocupaciones, que exige soluciones de movilidad que den prioridad a la sostenibilidad y la eficiencia en respuesta al cambio climático y a la escasez de recursos.
Pero la tecnología no funciona en el vacío. Nuestra atención se centra naturalmente en los avances tecnológicos visibles, sobre todo en los vehículos de motor, pero también debemos tener en cuenta las contribuciones menos visibles a la infraestructura de movilidad y las implicaciones sociales y políticas más amplias y políticas. La movilidad se presenta a menudo como una cuestión tecnológica, pero el principal reto puede ser social.
Estos tres componentes deben considerarse inseparables. Habrá múltiples oportunidades de inversión en este viaje hacia un transporte más sostenible, tanto en el aspecto físico (por ejemplo, coches, baterías, infraestructura física) como en los servicios asociados. Pero será un panorama de inversión caracterizado por el cambio en múltiples dimensiones.
Principales conclusiones:
- Los beneficios económicos derivados de un transporte eficaz son enormes, pero también hay costes. El aumento de la demanda hace más urgente abordar las cuestiones de sostenibilidad.
- El camino a seguir consta de tres etapas: pasar a tecnologías y planteamientos más sostenibles, optimizar el uso de las infraestructuras y priorizar las necesidades de movilidad.
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